
Por Fernando “Pino” Solanas *
Después de los fracasos y traiciones de lahoy vuelve a plantearse en la Capital la operatoria kirchnerista de intentar unir las fuerzas progresistas para enfrentar a Macri, como representación inequívoca de la derecha. La política de las manipulaciones mediáticas ya mostró su falsedad en mayo del 2007, cuando se quiso convencer a la ciudadanía de que las fuerzas progresistas eran las del Frente para la Victoria. Así les fue: en ese mismo mes sus legisladores votaban en el Congreso la ley antiterrorista y Néstor Kirchner daba luz verde al hecho más grave de la política argentina de los últimos años: la segunda privatización del petróleo y el gas con la prórroga de “Cerro Dragón” y todas las concesiones de Menem hasta el 2047; es decir, hasta la extinción total del recurso. Por eso, para no repetir la farsa, se impone discutir qué es lo que consideramos una política progresista o reaccionaria, nacional o entreguista. ¿No es la nueva derecha criolla quien se asocia a las corporaciones que saquean nuestros recursos estratégicos no renovables, sin control público y a simple declaración jurada? ¿No es esta nueva derecha, con el “capitalismo de amigos”, la que se beneficia mediante la entrega salvaje de las tierras fiscales –pertenecientes a los pueblos originarios– y los yacimientos mineros y petroleros a los amigos o socios de los gobernadores provinciales?
llamada centroizquierda.


En esta gran confusión, el gobierno de Cristina Kirchner, que para muchos se ubica en la franja del progresismo o centroizquierda, hace pocos días anunció un subsidio a las petroleras de 8750 millones de dólares (Clarín, 13/11/08) y desconoció la decisión del Congreso nacional, como respuesta al reclamo del lobby minero de la Barrick Gold, vetando la ley de protección de los glaciares que había logrado unanimidad en Diputados y solamente tres votos en contra en el Senado. Se acaba de nombrar –con el elogio y abrazo de algunos progresistas– a Débora Giorgi como ministra de la Producción. La flamante funcionaria, entre sus innumerables cargos, fue secretaria de Industria de Fernando de la Rúa y firmó, junto a José Luis Machinea, uno de los convenios más escandalosos y lesivos al interés de la Nación: la prórroga por diez años –y diez años antes de lo que fija la ley– del que fuera el yacimiento de gas estrella del país: Loma La Lata. Sus millonarias reservas, tasadas en más de 10 mil millones de dólares, fueron cedidas por 300 millones de dólares y sólo debía pagar un 12 por ciento de regalías. Para dar idea del colonialismo del convenio, baste citar el artículo 1.3: “El Estado Nacional y la Provincia garantizan que durante la vigencia de la prórroga de la Concesión (...) mantendrán indemne a YPF frente a cualquier reclamo o acción de terceros o decisión o cambio legislativo que pueda afectar o modificar el régimen de dominio que rige sobre el área Loma La Lata-Sierra Barrosa, obligándose a mantenerla en el ejercicio íntegro de sus derechos”.
¿No son estas razones suficientes para delimitar qué es derecha o izquierda en la Argentina y quiénes son las personas creíbles frente a la ciudadanía? En las décadas recientes y hasta la actualidad, los travestismos políticos y las piruetas oportunistas se convirtieron en materia corriente.


* Referente de Proyecto Sur.
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