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viernes, 9 de julio de 2010

James Petras: Latinoamérica

Entrevistas al sociólogo estadounidense
James Petras: Link Link

Hipótesis Clave- Latinoamérica
La expansión de la ‘globalización’ o el desarrollo del modelo imperialista centralizado fueron acompañados del crecimiento de los movimientos sociales de masas. Esto plantea la cuestión fundamental de la relación entre los dos procesos. Presentamos varias hipótesis para explorar esta relación.

(1) Cuanto mayores sean las desregularizaciones de la economía, mayores serán la aceleración de la globalización y el impulso para el crecimiento de los movimientos sociales.

(2) Las crisis y el colapso de la globalización desregularizada lleva a un mayor protagonismo y una mayor radicalización de los movimientos sociales hasta incluir levantamientos sociales que deponen regímenes en curso.

(3) Cuanto mayores son la regulación y el control del proceso de globalización por parte del régimen, menor es el impacto de las crisis, más moderadas las actividades de los movimientos sociales y menos probable una rebelión popular.

(4) Cuanto más débil sea la red de seguridad social en tiempos de crisis, mayores serán los movimientos sociales y más radicales sus demandas. Por el contrario, cuanto más fuerte sea la red de seguridad social en tiempos de crisis menor será el crecimiento de movimientos sociales y más reformistas sus demandas.

(5) La depreciación mundial de las mercancías (commodities) tiene más posibilidades de crear como subproducto movimientos sociales radicales que los períodos de precios boyantes.
Combinando nuestras cuatro principales variables en una sóla hipótesis sobre la relación de la globalización y los movimientos sociales, llegamos a las dos proposiciones siguientes:

Las condiciones óptimas para los movimientos sociales radicales de masas aparecen cuando una economía sufre una alta desregularización, en tiempos de crisis financieras y recesión productiva, cuando los precios de las mercancías (commodities) están a la baja y en un contexto débil de garantías sociales.

Por el contrario, los movimientos sociales radicales de masas tienen menor posibilidad de surgir bajo una economía altamente regulada, con una fuerte red de seguridad social y en un contexto mundial de precios de mercancías (commodities) al alza y economía boyante.

Poniendo a prueba la hipótesis: Latinoamérica 1980-2010

Entre 1980 y 1990, Latinoamérica experimentó un período de creciemiento moderado y precios estables en el mundo para sus mercancías (commodities). Éste fue un período de desmantelamiento mayor de las regulaciones estatales sobre la economía y de un debilitamiento de las redes de seguridad social. Y aún así no se produjeron levantamientos sociales importantes ni se crearon movimientos sociales de masas, excepto en Chile entre 1985 y 1986, que terminaron con el pacto político, respaldado por EE.UU., entre los pinochetistas y los partidos de la socialdemocracia cristiana y su subsecuente ascenso al gobierno en 1990.

Durante la primera mitad de la década de los noventa los precios de las mercancías (commodities) descendieron hasta mínimos históricos, la red de seguridad social continuaba deteriorándose; los beneficios del capital se multiplicaron en una orgía de privatizaciones y adquisiciones extranjeras mientras el crecimiento general se estancaba. Crecieron los movimientos sociales, la movilización de masas, extendiéndose del campo a las ciudades aunque se dieron pocas rebeliones populares.
En el período entre el final de la década de los noventa y los primeros años del 2000 (aproximadamente 1999-2003) se experimentó una gran crisis socio-económica y política, incluyendo crisis económicas y financieras en Argentina, Bolivia, Brasil, Venezuela, Ecuador, Perú y Uruguay. Después de más de veinte años de políticas de libre mercado acompañando al proceso de globalización, la red de seguridad social estaba hecha jirones. Los precios de las mercancías (commodities) se mantenían bajos y la desregularización financiera agudizaba la vulnerabilidad de las economías ante la recesión en EE.UU.
Entre 2000 y 2005 los regímenes neoliberales se depusieron o cambiaron en Argentina (tres regímenes en dos semanas- 2001-2002), Bolivia (2003, 2005), Ecuador (2000, 2005), Perú, Uruguay, Brasil, Venezuela (el régimen golpista duró cuarenta y ocho horas- 2002). Los movimientos sociales crecieron precipitadamente en toda la región y sus demanadas se radicalizaron, demandas que incluían cambios estructurales fundamentales. El Movimiento de los Campesinos sin Tierra en Brasil (MST) lideró los movimientos de ocupación masiva de tierras en el país. Levantamientos obreros, campesinos e indígenas expulsaron en Bolivia a dos gobiernos elegidos en curso. En Ecuador, coaliciones de movimientos indígenas y urbanos derrocaron un gobierno neoliberal en curso en 2000 y un movimiento ampliamente basado en ciudadanos de las urbes expulsó a un régimen neoliberal corrupto en 2005. En Argentina, una rebelión popular liderada por organizaciones vecinales de trabajadores de clase media, desempleados y empobrecidos, expulsó a presidentes neoliberales y dominó la política de 2001 a 2003. En Venezuela, una movilización popular masiva, con aliados militares, expulsó a la junta empresarial-militar de abril de 2002, respaldada por EE.UU., y restableció en el poder al Presidente Chávez.
El período entre 2003 y 2008 fue testigo de una subida pronunciada de los precios de las mercancías (commodities) hasta niveles récord. El auge de los regímenes de centro izquierda estuvo acompañado de controles sobre el capital, la restauración parcial de la red de seguridad social, una recuperación económica rápida y un crecimiento relativamente alto. Los movimientos sociales dejaron de crecer, sus demandas se centraron en reformas inmediatas, las movilizaciones fueron menos frecuentes y algunos de sus líderes clave fueron designados cargos en la administración.

En el período entre 2008 y 2010 se produjo un pronunciado descenso del crecimiento que reflejaba el impacto de la recesión mundial y la bajada de los precios de las mercancías (commodities). Mientras la mayoría de los países entraba en recesión, el sistema financiero no experimentó un colapso comparable al del período anterior (2000-2002), en parte debido a los controles sobre el capital que tenían lugar desde la primera parte de la década. Mientras crecía el desempleo y los niveles de pobreza se incrementaban, la mejora de la red social minimizó el impacto de la recesión. Los movimientos sociales aumentaron su actividad y experimentaron un crecimiento medio pero con pocos, si es que alguno, retos al poder estatal, al menos durante los primeros dos años de duración de estas crisis en transcurso.

Conclusión

Nuestro repaso histórico demuestra que factores como la implantación de cambios neoliberales y la profundización en la globalización no llevan por sí solos al crecimiento de movimientos sociales masivos y radicales: así lo atestigua el período de 1980 a 1990. Ni tampoco el bajo precio de las mercancías (commodities), una débil red de seguridad social o unos ingresos estatales en declive provocan levantamientos populares y la creación de movimientos sociales radicales de masas. De la misma forma, una crisis económica, como la recesión de 2008 a 2010, no ha llevado a un resurgir de los movimientos sociales de masas radicales o de las rebeliones populares.
Sólo cuando una combinación de factores internos, como una débil red de seguridad social y una economía desregulada, y una crisis externa, como una recesión global, y unos precios de mercancías (commodities) mundiales a la baja, tenemos condiciones posibles para el crecimiento de movimientos sociales de masas radicales y dinámicos.

Los escritores que se centran o empiezan desde una perspectiva de ‘sistema mundial’ o cualquier otra de carácter ‘globalista’ cuando intentan estudiar el auge de los movimientos sociales como una función de las ‘operaciones’ de mercado fracasan a la hora de tener en consideración las luchas políticas y sociales internas y las políticas sociales estatales resultantes como factores determinantes.

Deberíamos resaltar que las rebeliones de los movimeintos sociales no ocurren de repente porque todas las contingencias tengan lugar. Los levantamientos sociales a finales de los años noventa y la primera mitad de los años del nuevo milenio tuvieron una década de gestación: organizándose, acumulando fuerzas sociales, creando alianzas con disidentes de las instituciones -como miembros radicales de la iglesia- y desarrollando líderes y cuadros de mando. Las crisis económicas, como mucho, fueron el evento “disparador” del severo descrédito de la clase dominante, minada la imperante ideología de la ‘globalización’, que permitió a los movimientos dar un salto cualitativo de la protesta a la rebelión política y el cambio de régimen.

Finalmente, aunque no es esencial para este estudio, deberíamos indicar que mientras los movimientos sociales en su climax fueron capaces de derrocar regímenes neoliberales, no fueron capaces de conseguir poder político y revolucionar la sociedad: sus levantamientos permitieron a políticos de centro izquierda llegar al poder. Irónicamente, una vez en el poder, aprobaron suficientes reformas económicas y sociales como para mantener a distancia la vuelta a la radicalización de los movimientos cuando la crisis económica mundial golpeara de nuevo al final de la primera década de este siglo.
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Conceptos de Petras extrapolables a la realidad Argentina

En lo que refiere a las disputas internas...................

Han dejado la lucha de clases, han dejado la lucha ideológica así que ahora lo que queda es la lucha por los puestos,

................, para repartir entre los activistas algún puestito, algún favor, etc.

Es una lucha de las máquinas de los partidos para ubicar a algunos de su gente en algún empleo público, algún nombramiento de asistente, asesor o lo que sea. Como no pueden satisfacer a las clases populares, tratan de satisfacer a los integrantes de las máquinas partidarias para mantener este proceso político que existe actualmente.
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Lo que está pasando en América Latina es que son regímenes híbridos. Dicen que Piñera, el nuevo presidente de Chile, es un derechista, pero de fondo Chile, Bolivia y Uruguay, comparten una política común en relación con la política económica. Hay más inversionistas ahora que nunca en los sectores minerales en Bolivia igual que en Chile. Y Uruguay quiere entrar en la competencia para conseguir inversionistas de Argentina. Hay regímenes híbridos ahora.
Algunos con antecedentes populares pero todos comparten la idea de que debemos dar subvenciones a los pobres, para que no se formen movimientos sociales contra los regímenes. Entonces tratan de dividir a las clases populares entre los más pobres, subvencionados y los sindicatos que podrían buscar reivindicaciones de los sectores más izquierdistas. Y por esta razón no hay quiebras, no hay una división política con excepción de Venezuela. El caso de Venezuela es muy diferente porque Chávez ha nacionalizado empresas, ha creado mercados, competencia con el sector privado bajando los precios de los bienes de consumo básico.Ha introducido consultas con los sindicatos sobre el camino de las industrias nacionalizadas. Por ejemplo el sistema eléctrico que está en crisis. Ya están lanzando consultas en todos los sectores de la empresa para ver qué sugerencias, qué propuestas hay de abajo. Y eso no existe ni en los llamados regímenes progresistas ni en la derecha porque en estos casos todo el poder está en el directorio de la empresa privada y todas las decisiones están hechas en este cuerpo directivo .Entonces hay un problema para separar lo que la gente llama los progresistas de lo que se identifica con la derecha. Yo creo que debemos repensar las categorías de clasificación porque entre este tipo de izquierda y la nueva derecha las diferencias cada vez son menores. Ahora, en las campañas electorales, muchas veces a partir de la demagogia uno puede decir que hay opciones. Pero en la práctica una vez que entran en el gobierno los llamados progresistas quieren mostrar a los capitalistas que ellos también son compatibles.

James Petras es profesor emérito de sociología en la universidad de Binghamton (New York). Intelectual emblemático de la izquierda estadounidense, es autor de numerosas obras.

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