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jueves, 4 de diciembre de 2008

Las diez Plagas


MI PRESIDENTE INVENTADO
PREMIO "ARGENTINO DE ORO"

En un acto especial se entrega el premio a una simple vecina de barrio, llamada Josefa Pietrafezza, una mujer de 50 y tantos años, humilde y común...........


CAPITULO VII: EL HOMBRE MISTERIOSO REVELA QUIEN ES
Walter llega a su casa, ahora vacía, pues Penélope se ha ido. Y ni ella ni el, tejerán o destejerán esperando al otro.

De pronto, al abrir la puerta, queda anodadado. Hay un hombre en el comedor; un hombre vestido con una larga túnica negra y que oculta su cabeza bajo una capucha que deja el rostro en la oscuridad. Lleva una corona oxidada sobre su cresta, una corona de puntas afiladas. Está sentado, las manos, entrelazadas, los pies, juntos. No levanta la cabeza cuando oye la puerta. Las telas de su vestuario están raídas, y al lado de sus pies hay un colchón de hojas de árboles, hojas ocres y secas. A su lado hay un libro grueso y una pluma y un tintero.

Walter está paralizado, muerto de pánico. De pronto el sujeto vuelve la cabeza y revela su cara. Es el hombre misterioso que ha visto dos veces; su faz ya no es tranquilizadora, sino inquietante. Sus ojos traspasan a Walter y éste siente como se le hiela el alma. De pronto el hombre extiende su mano huesuda y deja caer un reloj de níquel que queda pendiendo en el espacio mientras lo tiene sujeto por una cadena.

HOMBRE (con voz sepulcral)

-Llegas tarde.

WALTER (titubeando)

-¿Quien es usted?

HOMBRE
-Soy el Tiempo (y regó el comedor de nuevas hojas secas que extrajo de sus bolsillos). Te he traído estas hojas como obsequio; hojas secas que he recolectado durante siglos... Siento en tu interior una combate crucial: una parte de ti quiere huir, otra parte quiere oirme.

De súbito, Walter abre la puerta del departamento para huir, pero cuando observa el exterior ve que nada afuera es como lo conocía. Delante de él se extiende una planicie plana; la ciudad ya no está ahí. Entonces la voz del sujeto vuelve a sonar.

HOMBRE
-Así era este sitio hace 600 años atrás, antes de la llegada de los europeos. Y puedo mostraste como era hace 1000 años o como será en 500.

Un viento ligera cierra lentamente la puerta, mientras Walter mira anodadado, pensando si aquello era un sueño.

HOMBRE
-No te preocupes: no volverás a verme... al menos, por un tiempo. Cuando se cumplan tres años exactos, sin que pase un segundo de más, nos volveremos a ver, aquí. Eso dice el libro que traigo -y lo abrió en una hoja amarilla, y señaló una fecha y una hora con el dedo-. No te explicaré lo que vendrá, pues las cosas están en marcha. Más te advertiré de las diez plagas: sí, diez plagas, que como Caballeros Negros deambulan por ahí. Diez plagas causadas por la mano del hombre. A diez las he resumido; nueve te diré, pero la última no la mostraré ahora. La última deberás descubrirla. Te rodeará, te tanteará, te engañará, y a diferencia de los restantes enemigos, no será fácilmente identificable, porque no serlo es su principal atributo.

Entonces, el libro de abrió por sí solo, y despidió imágenes que traspasaron a Walter. Eran instantáneas de ríos contaminados de deshechos y petróleo; de barriadas pobres corriendo junto a basurales inmundos; de animales que se desplomaban matados por fusiles inmisericordes; de praderas peladas que antes habían estado cubiertas de árboles.

HOMBRE
-He aquí la primera: la destrucción del hábitat. Paradójicamente millones de personas en esta tierra se acostumbraron a vivir junto a ríos pestilentes por donde ya no navegan barcos, sino basura. Y a ninguno de ellos parece quitarles el sueño. Por una extraña coincidencia, donde hay pobreza es dable encontrar montañas de deshechos, de la misma forma que se encuentran enfermedad e injusticia. Porque si todos son iguales biologicamente, los grandes males parecen ensañarse con los más pobres entre los pobres, es un gran misterio. Ahí cae el último ejemplar de una especie. Quizá la genética del hombre atesore una biblioteca con muestras de las especies extinguidas esperando poder reproducirlas en un futuro. Entonces el hombre se arrogará la tarea de recrear la Creación. O quizá pueda hacerlo en un nuevo planeta. Esta casa decae, y sus propietarios no están haciendo mucho por sostenerla. ¿Se mudarán?

VIII: LA SEGUNDA PLAGA

WALTER (aterrado)
-¿Por qué me explicas lo de las plagas?

HOMBRE
-Porque las enfrentarás.
Recibirás un cetro y un trono, pero no como los que recibían muchos reyes de antaño que pasaron a la historia por conquistar territorios y librar batallas. Pues estos Enemigos de los que te hablo, son mayores que cualquier ejército que un general haya batido. Y no es un privilegio, no lo veas así, Walter; no (y aquí le acerca el rostro para hablarle en voz baja). Pues dos de las plagas, Codicia y Soberbia, ya saben de tí, y vendrán a seducirte. Y recuerda que te hablaré de nueve plagas; la décima tendrás que descubrirla tú. (el hombre de negro se incorpora y habla en forma tranquila, extrañamente tranquila como si no hubiera sorpresa en lo que fuera a decir). En un tiempo te olvidarás de mi advertencia; olvidarás la última plaga, y ella lo sabe. Ya sabe que tendrás ese descuido, y que esa será su oportunidad. Más tiene un flanco débil: su victoria es efímera, y aparente. Como su esposo es la Mentira, se deja embelesar por sus artilugios. Oye ahora sobre la segunda plaga.
El libro vuelve a abrirse y despide imágenes de niños sucios de la cabeza a los pies; pequeños que deambulan por entre montañas de deshechos, que duermen en andenes de trenes. Luego aparecen ancianos de ojillos ausentes y tristes.
HOMBRE
-La segunda plaga se llama Abandono.
Juan, de nueve años, duerme en un hueco en la tierra, junto a la vía de un tren, al lado de una estación. Miguel, de diez abriles, rebulle en las bolsas de basura ante un local de comidas rápidas; espera tener una cena agradable esa noche, pero no encontrará muñecos de dibujos animados en esas bolsas. Pedro, con doce veranos, ha robado hace una hora y la policía lo ha cogido. Un instituto lo espera. Y ya la prisión está allí, esperándolo para recibirlo cuando reincida. Si la principal característica del hombre es su elevación moral, el abandono de los más débiles nos asemeja a aquellas manadas de animales que dejan a su suerte a sus miembros huérfanos, enfermos, demasiado jóvenes o demasiado viejos, que no tienen la energía, ni la experiencia ni la fuerza para sobrevivir. La manada debe preservarse y hace la vista a un lado para seguir su camino. Siempre hay una sequía, un incendio o un predador por ahí imponiendo una prioridad. Pero si esto está deparado para los tallos más jóvenes, ¿que queda para el resto, incluso para los tallos más viejos?

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