Publicado el 11-11-2010 Por Carlos Tórtora
Pocas veces desde el 2003 el kirchnerismo tuvo tantos motivos para festejar en una semana. La que fuera hace dos años la principal fuerza opositora, la Mesa de Enlace, oficializó su crisis interna luego de que Eduardo Buzzi se reuniera con el Ministro de Agricultura, Julián Domínguez, en nombre de la Federación Agraria. Este blanqueo de la tensión permanente entre Buzzi, Hugo Biolcatti y Mario Llambías no fue el único de estos días.
Carlos Reutemann, poco afecto a producir hechos políticos resonantes, hizo ayer una excepción y pateó el tablero renunciando a su función de coordinador en la mesa del Peronismo Federal. El tercer dato que festejan en Olivos es que, según los encuestadores oficiales, la presidente mantendría su tendencia ascendente en imagen e intención de voto, lo que convencería a la mesa chica del kirchnerismo que hacer cristinismo es, no sólo la mejor opción que tiene el gobierno, sino también la única para perpetuarse en el poder.
Con la rebelión peronista y el agro en crisis interna, se consolida cada vez más el juego bipartidista con la UCR, salvo que Mauricio Macri crezca lo suficiente como para interferir, lo que no es demasiado probable por ahora. La discusión del proyecto de Presupuesto del 2012 reflejó anoche en Diputados la confusión opositora, aprovechada por Elisa Carrió para denunciar el pacto radical-kirchnerista.
La tensión se traslada adentro
Con este panorama opositor, la mayor preocupación del círculo íntimo presidencial pasa a ser el costo político -y electoral- de la alianza con Hugo Moyano. Desde la muerte de su marido y a través de su frío gesto hacia el camionero en el velorio, la presidente trató de tomar distancia pública de aquél.
Pero el líder cegetista advirtió claramente que podía transformarse en el chivo expiatorio y que el avance de la investigación de la obra social de su gremio en la causa de la mafia de los medicamentos no sería ajeno a las gestiones de un alto funcionario. Decidió entonces cambiar su perfil agresivo tendiéndole una mano para el diálogo al presidente de la UIA, Héctor Méndez, y ordenándole a Héctor Recalde que frenara el proyecto de participación sindical en las ganancias de las empresas.
Al mismo tiempo, Moyano se reunió con altas jerarquías de la Iglesia para intentar una aproximación al Vaticano. A su vez, varios intendentes enfrentados con Moyano por el control del peronismo bonaerense recibieron mensajes de paz de aquél en el sentido de que estaba dispuesto a negociar todos los puntos en conflicto. Este reacomodamiento político preocupa más al gobierno que la mala imagen del camionero, producto de sus atropellos.
Un Moyano negociador estaría en condiciones de mediatizar al gobierno en la relación con los empresarios. También podría negociar con Daniel Scioli, con los intendentes y hasta con los gobernadores justicialistas, como una especie de poder dentro del poder, al que CFK podría controlar muy relativamente.
Lentamente, en Olivos se irían dando cuenta de que la alianza con el líder cegetista es cada vez más pesada de sobrellevar. Sobre todo por algo que los consultores oficiales estarían señalando: la subsistencia del poder de Moyano podría debilitar la imagen de CFK, sospechada de no tener dotes de conductora, algo que no hubiera ocurrido con Kirchner.
La nueva JP, encabezada por Máximo Kirchner y Juan Cabandié, sería uno de los sectores más irritados. Es que algunos de los laderos de Moyano ya anunciaron que su gente marchará para participar tanto de la movilización prevista para el día del militante el próximo 17, como también para el 10 de diciembre, aniversario de la asunción del gobierno y día internacional de los derechos humanos. La cúpula de la CGT estaría dispuesta entonces a todo para seguir figurando en la foto oficial, en una especie de extorsión permanente.
El panorama para el gobierno en el año electoral es, en este punto, oscuro. Moyano quiere un tercio de las listas de candidatos a diputados nacionales -aparte de las candidaturas bonaerenses- y estaría en condiciones de amenazar con desatar una escalada de presiones sindicales por aumentos salariales si no se lo satisface. La presidente enfrenta un dilema muy complicado.
El abrazo con Moyano tiene todo el aspecto de un lastre electoral y hasta podría mostrarla débil y cercada. Pero tratar de castigarlo o marginarlo del poder podría arrastrar al gobierno a una crisis muy poco oportuna en medio de la batalla electoral. Hoy, ella fluctúa entre estas dos opciones. Pero el tiempo corre en su contra.
Fuente: InformadorPublico.Com
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