Desde el inicio adquirió ribetes de una película de espionaje en tono de sátira. Pero con el pasar de los días, la situación agregó otros ingredientes que extienden las incógnitas y develan una realidad que va más allá de lo estrictamente denunciado. El ingreso del supuesto “topo” Roberto Larosa al despacho 411 del ministerio de Economía para “robar información” -y todo lo que se derivó a partir de ese momento- se sumó con fuerza a los cruces y rispideces que suelen gestarse en las altas esferas del poder político
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