Conseguir inculcar el miedo a pensar es el principal logro de cualquier forma de fascismo. Un miedo a pensar que nos agarrota los músculos, las mentes, las almas, los dientes, los puños. Que nos hace olvidarnos de lo que somos y de lo que fuimos, y nos transforma en lo que nunca quisimos convertirnos.
Las cosas han de ser cambiadas con la política o con la Revolución (que también es política). Para que del cambio no se ocupe la Revolución ya han venido trabajando durante años las lavadoras de cerebros correspondientes. De que tampoco la política cambie las cosas se están ocupando los prostíbulos ideológicos en los que se han convertido la mayor parte de las organizaciones políticas.
De la derecha, no me ocupo, como mucho me preocupo. Al fin y al cabo sus organizaciones se ocupan de defender una serie de miserables y antidemocráticos intereses. Y en la izquierda, pues sufrimos la gran desgracia de contar con un gran prostíbulo ideológico....
....Y esa izquierda transformadora fuerte y unida por reconstruir será con la que tendremos afrontar una crisis que solo tiene dos salidas. Una, la de una forma sutil y peligrosa de neofascismo. Otra salida es la de la transformación, cuyos focos principales están en Latinoamérica. Y es que si algo debemos tener claro es que la batalla que se avecina es a muerte, y no estamos aún todos para librarla. Tendremos que saber despertar a los dormidos y a los aterrorrizados. Decirles: “¡Despertad! Y descubrid que no estáis solos!. ¡Despertad!. ¡Despertad! e indignaos por lo que quieren hacer con nosotros.
texto original en http://www.profesionalespcm.org/_php/MuestraArticulo.php?id=12065
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